A la luz del sol

Angelina Escudero

En el sofocante verano, María se quedaba encerrada en casa, evitando el sol y el calor. Siempre se quejaba de que era alérgica a las bajas temperaturas, pero nadie creía realmente en esa excusa. Pensábamos que simplemente era una persona extraña y retraída. Hasta que un fatídico día, llevados por nuestra curiosidad, abrimos la ventana más grande de su casa sin que se diera cuenta y los rayos del sol le dieron de pleno en la cara. En pocos minutos vimos cómo su pálido rostro enrojecía como un tomate maduro y el resto de su cuerpo se llenaba de pequeñas ampollas. Estábamos tan confundidos por esa repentina reacción, pero intentamos ayudarla inmediatamente. Ya habíamos empezado a llamar a una ambulancia cuando su pequeño cuerpo empezó a retorcerse como el de una serpiente y luego a encogerse. En pocos segundos, de Maria solo quedaron su vestido y sus zapatos.

Esta entrada ha sido publicada en Publicacion de cuentos y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.