Consejos para escribir mejor. Mejora tu estilo.

Recomendaciones a escritores sobre escritura creativa, que sugieren mejoras de la estructura, la forma y el fondo de una novela o relato. Sigue estos consejos para mejorar como escritor.

Contenido

Consejos para los escritores:

Hacer que un personaje fascina a los lectores.

Primero, los personajes nos deben atraer, deben tener algo extraordinario que haga que empaticemos con ellos. Su mundo debe ser extravagante, que nos llame la atención y que nos sorprenda.
Segundo, una vez que nos internamos en el cosmos del personaje, nos debemos ver reflejados en él. Debe tener nuestras mismas preocupaciones, ilusiones y temores.
Este tipo de personaje es el fascinará a los lectores.

NO historias estereotipadas.

Una historia estereotipada es lo nunca debemos escribir. Una novela plagada de tópicos predecible que aburren al lector desde la primera palabra. Originalidad dentro de unos principios es lo necesario para que una historia funcione.

Contar varias veces la historia.

En los cuentos muy cortos o en los microrrelatos no es necesario contarle, de nuevo, la historia al lector. Sin embargo, al alargarse un poco la extensión, en cuentos de más de 5 páginas, siempre conviene repetir lo esencial. Para el escritor parece innecesario, porque en su imaginación tiene cada detalle grabado a fuego. Pero, para el lector, todo es nuevo, y las emociones que siente al leer un relato le pueden distraer del argumento. No es bueno que un lector tenga que volver a leer algún párrafo ya leído para enterarse de lo que está pasando en el cuento.

Saltos a tiempos futuros.

A algunos escritores, en sus novelas, les gusta terminar la historia de su personaje principal mostrándole en un futuro lejano. De esta manera quieren enseñarnos el cambio, no justo cuando ha terminado de luchar contra las adversidades, sino a lo largo del tiempo. Con este recurso, utilizado también en el cine, se debe tener mucho cuidado. Nuestra recomendación es que se utilice sólo en novelas o relatos irónicos con un narrador omnisciente. Irónico, porque pierde parte del realismo, y omnisciente, porque desde este punto de vista se controla todo el universo del personaje, en tiempo y espacio.

Cazador cazado.

Los relatos en los que el cazador resulta cazado gustan mucho a los lectores, casi tanto como las historias donde al «malo» le dan su merecido. Buscamos justicia. Y ya que, en el mundo real, a menudo, es difícil que nos topemos con ella, nos agrada, al menos, encontrarla en la ficción. Estas historias con finales del cazador cazado no han perdido vigencia, como sí pasa en los finales con sorpresa que ya se han dejado de usar. Si estáis en un momento de bloqueo mental, recordad que las historias, donde el cazador resulta cazado, nunca decepcionan.

NO finales con sorpresa.

En la escritura contemporánea ya no están de moda los cuentos con sorpresa final (excepto en la novela negra y de terror). Es posible que se deba a que, en estos tiempos, ya es difícil sorprenderse, estamos curados de espanto. El lector, cuando abre un libro, está buscando empatizar con el protagonista, y una vez que ha empatizado, su deseo consiste en superar los acontecimientos juntos. No desea giros rocambolescos, inesperados, ni ver lo inteligente que puede llegar a ser el escritor.

Procedimiento de diseminación/recolección.

Durante la historia se han ido diseminando elementos y abriendo pequeñas puertas según ha hecho falta. Hemos jugado. Ahora, al terminar el relato, va siendo hora de recoger. Al igual que en una fiesta; vienen los invitados, se hacen las presentaciones, se saca la mejor vajilla, se celebra la fiesta, se disfruta, y una vez los invitados han salido por la puerta, toca limpiar y dejar cada cosa en su sitio. Pues en una historia hay que hacer algo similar. No os olvidéis de recolectar nada, porque el lector va a notar cualquier cosa que os hayáis dejado tirada de por medio.

Objetos diseminados
Objetos diseminados

Final abierto.

Algunas de las obras de cine de autor de esta década no están cerrando los finales. Dejan entrever dos o más posibilidades de cómo, el mismo espectador, puede finalizar la película. En las novelas pasa lo mismo. Los finales abiertos están de moda. Es evidente que las novelas más convencionales y/o comerciales los finales quedan cerrados a cal y canto, pero existe una corriente alternativa donde están quedando abiertos. En el caso de escritores noveles no lo recomiendo, pero para los más avanzados estaría bien que experimentaran con este tipo de finales tan modernos.

Probar muchos finales.

Con final me refiero a clímax. No hay nada más importante en nuestra historia que el clímax. Todo lo que hemos escrito antes, lo hemos hecho por  y para el clímax. Durante el transcurso del inicio y el nudo hemos ido preparando la tarta y el clímax es la guinda. No lo estropeemos ahora. Es necesario tener especial cuidado. Por eso. mi recomendación, llegado el momento es probar y probar, y volver a probar, diferentes finales. Aunque creamos que a la primera ya hemos dado con el final idóneo para nuestro relato, no pasa nada si le dedicamos más tiempo. Crear en vuestra imaginación, al menos cinco finales, dejarlos madurar unas semanas. Pasado ese tiempo de reposo, elegir la guinda de vuestro tarta, lo que le proporcionará el color. No seáis tacaños con el tiempo destinado a la parte del clímax y el final.

El narrador omnisciente contemporáneo es irónico.

En la literatura también existen modas, como en la ropa o en la pose que ponemos al salir en las fotos. En estos tiempos, generalizando, se suele escribir con narradores en primera o tercera persona, por convención social. Antes el narrador era omnisciente. Un narrador omnisciente lo sabe todo, absolutamente todo de la historia. Se puede meter incluso dentro de la mente de todos y de cada uno de los personajes, Es Dios en el universo de la historia. Recomiendo que si utilizáis este tipo de narradores le deis un ligero, o no tan ligero, tono irónico. De esta manera la obra se verá más actual, más fresca.

Un cuento no puede seguir si el protagonista muere.

Muchos de nosotros, contamos la aventura de un individuo en primera persona que, desgraciadamente (o por fortuna), muere. Su muerte debe ser el final. No podemos seguir con la historia, un muerto no puede seguir hablando, ni pensando, ni moviéndose, una vez muerto. Hay que evitar cometer la chapuza de cambiar el tipo de narrador para poder describir la escena después de su muerte. Por eso, decidirse por un tipo de narrador u otro, es muy importante. No podemos caer en la tentación de cambiar a mitad de relato, a nuestra conveniencia.

Evitar dramas, asesinados sin alma.

Siguiendo con el tema de evitar melodramas o incluso dramas, cuando contamos una historia en la que se produce asesinato, un planteamiento muy interesante consiste en describir al asesinado como alguien odioso, sin alma por la que sentir pena. Así evitaremos que el lector enfoque su atención en suspirar por la muerte de esa persona y disfrute de la historia. Soy consciente que hay escritores a los que les gusta escribir dramas. A mí, particularmente, cuando abro un libro lo que menos me apetece es encontrarme con las tristezas de la realidad, al revés, leo para evadirme de ella. Pero, claro está, para gusto los colores.

NO se debe engañar al lector.

El lector es un ente inteligente. Algunos dicen que incluso más inteligente que la persona que vive en él. Bromas aparte. No debemos engañar al lector ocultándole detalles. Si el protagonista abre un cajón y ve una pistola, el escritor nos lo debe de contar. No se debe jugar con el lector, debemos ser honestos y sinceros, y sobre todo, no puede aparecer en el último momento, por arte de magia, una pista, un detalle que hemos ocultado a lo largo de la historia. Si el protagonista lo sabe, el escritor lo sabe, el lector lo debe de saber.

Como escribir humor negro.

El humor negro es un género que, personalmente, me encanta. Género complicado de escribir porque la línea que lo separa de la grosería y la mala educación es muy fina. Y debemos mantenernos ahí, siempre en la parte alta del humor, casi rozando la vulgaridad, pero sin llegar a tocarla. Uno de los trucos para conseguir mantenerse en ese punto consiste en tratar a los personajes como si fueran muñecos o dibujos animados, no personas de carne y hueso, con sentimientos y emociones con las que podemos sentir empatía. De esta manera, es más sencillo no traspasar esa línea que hace que el lector cierre el libro desagradablemente aturdido.

Elegir el tono adecuado.

El tono es un aspecto fundamental a tener en cuenta a la hora de escribir. El tono dependerá del género literario e influirá en el significado que deseamos transmitir con el texto. El excelente escritor conseguirá crear su propio tono, un tono que le caracterice, que cuando alguien lea alguno de sus relatos sepa que el autor es él. La mejor opción, en principio, para los escritores noveles, consiste en imitar el tono de otro escritor. Y más adelante, en un segundo o tercer libro, ir adquiriendo su propio carácter. En conclusión, revisa que el tono sea el adecuado para el tipo de historia en cuestión, y además, que sea uniforme en todo el cuento.

Dejar cerrados todos los temas.

Todas las puertas que abramos las tenemos que cerrar. No debe quedar ningún tema pendiente. Debemos revisar el texto, una y otra vez, para evitar dejarnos un hueco que, el lector avispado, pueda descubrir. Si el protagonista, incluso los personajes secundarios realizan una acción, esa acción debe quedar zanjada, resuelta. En algunas películas, de baja calidad, se puede observar que cuando llega al final, en la última escena, el director empieza a cerrar un tema detrás de otro. Cada personaje cierra el suyo como buenamente puede. Esto queda muy artificial. Un buen texto, y una buena película, es aquella que cierra los temas poco a poco, de forma inteligente y sutil.

NO mensajes de autoayuda.

Los libros de autoayuda son libros de autoayuda y las novelas son novelas. No dudo que no haya libros esplendidos de autoayuda novelados, pero ¿una novela con mensajes de autoayuda? No. Evita, encarecidamente, todo mensaje de autoayuda en los textos.

Imaginar la historia como tebeo.

Cuando estamos en el proceso de escritura, o incluso cuando ya damos el texto por terminado, una buena idea consiste en imaginarnos nuestra historia como un tebeo. Escena por escena. De esta manera, al visualizarlo con imágenes, instintivamente, nos será más sencillo ver los posibles errores.

Verosimilitud versus realidad.

Una historia debe ser verosímil, creíble. En ningún momento el lector debe decir, «¡Vamos, eso no me lo creo!». Nosotros tampoco podríamos contestar, «pero si me pasó a mí, es una historia totalmente real». Que sea real o no al lector le es indiferente. El lector nunca debe dudar de la veracidad. Todo lo que contemos debe ser probable.

La absoluta necesidad de leer.

Esto es esencial. Para escribir es necesario leer. Hay que dedicar más tiempo a la lectura que a la escritura. No es posible ser escritor no siendo lector. Si nuestro proyecto es una novela de humor, es necesario leer infinidad de novelas de ese género. ¿Que libros leo? Clásicos. No te aventures con novelas modernas. Los clásicos nunca fallan. Si han llegado a nuestra época, si todavía se conocen las obras y se venden en librerías, a pesar del tiempo transcurrido, ha pasado el filtro de calidad del tiempo. Filtro riguroso que no perdona ningún descuido.

La importancia de un buen título.

A menudo, al título de un libro o de un relato no le damos la importancia que se merece. Normalmente lo dejamos para el final, cuando la historia está finiquitada. Pensamos que, una vez que todo tiene significado, que todas las piezas encajen, será más fácil decidirse por un título. Y en eso, no estamos confundidos. Pero el esfuerzo que necesita una historia nos suele dejar extenuados y con poca energía. Debemos pensar que el título es parte de la historia y se merece la misma atención o incluso más, ya que es lo primero que leerá el lector de ella. Por eso, mi recomendación es que reservéis un poco de creatividad y la gastéis en la creación de un buen título.

Consejos de escritura

Alternar la extensión de los párrafos.

Tienes la historia terminada, le echas un vistazo, desde cierta distancia, no es para leer las palabras sino para analizar su estructura. ¿Qué ves?  ¿Se alternan los párrafos, grandes, pequeños, medianos? Si es así, todo va bien. Si los párrafos están muy igualados, la cosa no va tan bien. Es posible que la historia, en sí misma, sea buena. Pero con unos párrafos muy similares, el lector se aburrirá. El lector tiene mil asuntos mundanos pendientes en su cabeza, (comprar el pan, recoger a los niños del colegio, etc.) , que le vienen una y otra vez en mente, en cuánto su atención no está centrada. Por eso necesita cambios. Un diálogo corto, una descripción, un párrafo largo, alternar la extensión de los párrafos dará movimiento a la historia, y con ese movimiento mantendremos la concentración del lector.

Preguntas razonables del lector sobre el argumento.

El lector se encuentra sentado en la terraza de un bar, con nuestro libro abierto, leyendo una de las historias y, de repente, se le ocurre una pregunta sobre el argumento del relato. Una pregunta razonable. Como escritor debemos pensar que eso pasa. Cuando, una vez terminada nuestra historia, procedamos a corregirla, una de los puntos a tener en cuenta es si la historia responde a cualquier pregunta razonable que el lector haga sobre el argumento. Si no lo hace, nos tocará reescribirla.

NO a los juegos de palabras.

Lo importante es la historia, la idea que deseamos transmitir. Es obligatorio evitar los juegos de palabras y cualquier pirueta artística con el lenguaje. A ningún lector le interesa conocer nuestro manejo de lengua. Le interesa la historia, sentir empatía con el personaje. Meterse en el relato, de tal manera, que piense que es él quien tiene que enfrentarse al dragón del castillo para salvar a la princesa.

Los finales del relato.

Hemos escrito casi toda la historia, nos encontramos al final del nudo, justo después del segundo punto giro. Estamos donde queríamos llegar, en el meollo de la cuestión. El protagonista se encontraba en su casa tranquilamente (inicio). De la nada, se topó con un conflicto, que intentó solucionar de diversas maneras (nudo), con altibajos. Por fin nos situamos en el desenlace de la historia. En el pasado, en los finales, los protagonistas siempre ganaban, conseguían superar el conflicto positivamente. Pero en los tiempos que nos ha tocado vivir, todo se complica, y en los finales contemporáneos, el protagonista es posible que pierda, derrotado por las fuerzas del mal. Hay más opciones. Existe la posibilidad de que gane y pierda a la vez, o incluso de que ni gane ni pierda. Cada historia requiere un final adecuado, por ejemplo, una película o novela «familiar» no debería tener un final donde el protagonista no consiguiera lo que quiere. Además, hay que tener en cuenta el género. Hay géneros literarios más dados a finales felices y otros a finales inciertos. El final es la guinda de nuestra tarta, lo que realmente queremos transmitir. No debemos quedarnos con en lo primero que nos venga a la cabeza.

NO escribir para otros.

Un escritor mientras mueve la pluma o golpea con sus dedos el teclado del portátil, claro está. no debe tener prejuicios, y mucho menos pensar en quién va a leer las palabras que está escribiendo, y lo que podría llegar a opinar de él. Las musas huyen cuando aparecen esa clase de pensamientos. No somos asesinos, ni pedófilos, ni alcohólicos, si escribimos sobre ello. Para ser buen escritor es necesario desabrocharse los botones, dejarse el recato a un lado. Además, no es recomendable escribir pensando en cuan famoso voy a llegar a ser y en cómo va a aumentar el oro de nuestras arcas. Saca la palabra bestseller de tu mente y escribe, disfruta. Los buenos relatos, los que llegan al público, son los que se escriben desde el interior sin pensar en el exterior.

Un cambio en el protagonista.

Nunca, pero nunca jamás, el protagonista tiene que quedarse igual de cómo empezó al inicio de la historia. El protagonista debe cambiar, la lucha por la resolución del conflicto le debe pasar factura y producirle un cambio. El conflicto se puede resolver mal o bien, es indiferente, a gusto del escritor, pero que se produzca un cambio en el protagonista es algo esencial. Cuando alguien supera un problema importante aprende, y esa experiencia y aprendizaje, obligatoriamente, le cambia.

Quiere algo, y algo o alguien se lo impide.

El protagonista es un personaje que mientras va paseando por la vida, de repente, le pasa algo. Ese algo que le pasa le crea un conflicto que tiene que resolver. Por desgracia para el protagonista, siempre hay un elemento (de cualquier tipo y de cualquier forma) que le impide la resolución de ese conflicto. Las historias son así. No hay que inventar nada. Los lectores cuando abren un libro esperan esto: protagonista con conflicto y algo se lo impide. Lo esperan porque se ven reflejados en los personajes y su afán de solucionar sus problemas.

Hombre escribiendo

Número de protagonistas.

Una novela puede incluir muchos personajes, sin embargo, la extensión del relato es más reducida, siendo aconsejable un único protagonista o como máximo un par. Los personajes de los relatos no necesitan ser redondos, entendemos por personajes redondos a personajes más «completos», con una vida detrás, que les afectan las idas y venidas de la historias. Como en los relatos hay que centrarse en un pequeño acontecimiento y extenderlo hasta hacer una historia, tener varias protagonistas nos haría descentrarnos del acontecimiento principal.

Para poder denominarte escritor

¿Necesitas haber publicado un libro? ¿La autopublicación te permite calificarte como escritor? ¿A quién se le puede llamar escritor? ¿A partir de cuanta extensión? ¿de cuántos microrrelatos?¿una persona que escribe un solo relato se le puede llamar escritor? En la RAE las definiciones son: «persona que escribe», «autor de obras escritas o impresas». Debería poner «persona que escribe con pasión, que intenta transmitir, a posibles lectores, lo que lleva en su interior.»

Un único tema.

Un relato, al igual que una novela o una película, debe tratar un solo tema. Si hablamos (quiero decir escribimos) de varios asuntos en una misma historia el lector se lía. Bueno, también se embarullarían los escritores. Un solo argumento y cuánto más específico sea, mejor.

Evita los temas de actualidad.

Este consejo puede que sea una opinión personal. Recomendamos evitar los temas de actualidad. Los lectores leen historias para evadirse de la realidad. Las noticias suelen ser duras, y el lector (sensible a la actualidad), se sienta en su sillón y abre un buen libro para pasar un buen rato, ya sea con humor, drama, terror o cualquier género, pero siempre desea moverse dentro de lo ficticio. pero si aun así estamos empeñados en escribir un relato que trate un asunto actual, le deberíamos dar, al menos, un enfoque no actual, para que cuando se lea ese relato o novela, el lector se meta en ese mundo de sueño y de ensueños que tanto le gusta..

La prosa NO debe «sonar» a poesía.

La prosa debe ser prosa y la poesía. A menudo cometemos el error de dar un enfoque poético a nuestra prosa. En una novela no debe haber rimas, se deben evitar. Una parte importante de la corrección consiste en buscar rimas y eliminarlas. Para solucionarlo se pueden buscar sinónimos, cambiar el orden de la frase o cualquier método que evite la rima.
Un ejemplo exagerado: «David quiso dar un nuevo enfoque y propuso que se hicieran algunos retoques.» Esta cacofonía hace que la mente del lector se pare a escuchar la rima y no es lo que pretendemos, por lo que tendríamos que cambiarla por una frase como esta: «David quiso dar una nueva perspectiva y propuso que se hicieran algunos retoques.»
Nota: En la prosa poética tampoco debe existir la rima. La prosa poética tiene los mismos elementos líricos del poema, pero sin la rima ni la métrica

NO se deben repetir varios adjetivos en la misma frase o para el mismo sustantivo con intención de dar énfasis.

Los adjetivos, como sabemos, se utilizan para calificar al nombre. Nuestra lengua es extensa y capaz. Con un sólo adjetivo podemos expresar una cualidad del sustantivo de forma satisfactoria. Además, un texto muy adjetivado ralentiza la lectura y lo hace cargante.
Ejemplo para sustantivo: «Mario era musculoso, fornido» se debería elegir unos de los dos adjetivos y quitar el otro.
Ejemplo para frase: «En ese esplendido día podé los altos frutales para dar una extraordinaria sorpresa a mi generoso y dadivoso amigo Roberto». Esto es un ejemplo muy exagerado, pero así se muestra, más claramente, lo cargante que puede ser un texto plagado de adjetivos.

Llevar el texto justo al límite de la exageración.

Cuando contamos una historia no debemos pecar de recatados. Tampoco debemos sobrepasar el límite de la exageración ya que hará que nuestro cuento no sea creíble. Es complicado moverse justo en esa línea. Pero ahí, justo ahí, es donde está la clave para escribir un buen relato. Movernos pegados a esa línea ficticia, hoy en día, no es nada sencillo. De los noticieros nos llegan sucesos exageradamente extravagantes y cada vez es más complejo sorprender al lector. El mundo real nos desensibiliza, de tal manera, que la línea cada vez está más alta, y a menudo dudamos hasta donde podemos llegar.

Revisar las Funciones de Vladímir Prop.

El señor Prop se dedicó a estudiar la morfología de los cuentos percatándose de que todas las historias coincidían en una serie de puntos recurrentes. No es necesario que apliquéis todos los puntos a vuestros relatos. Pero sí es aconsejable echarles un vistazo (sobre todo cuando estamos bloqueados y no sabemos para dónde tirar). Los treinta y un puntos que explican la estructura de la mayoría de los cuentos populares los podéis encontrar en la Wikipedia. (https://es.wikipedia.org/wiki/Vlad%C3%ADmir_Propp)

texto escritura

NO intentar condensar una novela en un cuento.

Es posible que tengamos en la cabeza una preciosa historia y pensemos que la humanidad se merece leerla. Si ya nada nos puede parar y estamos decididos a plasmarla en papel o en la pantalla de nuestro portátil, lo primero que hay que decidir es la extensión. Un cuento relata un instante de un personaje. Ese instante, ese hecho, esa acción, nos debe parecer cautivadora. Entonces, la expandimos, nunca alargándola en el tiempo, sino en los detalles. Además, los personajes de las historias de los relatos son planos, no como en la novela, que tratamos personajes redondos, con un recorrido y unas experiencias que les marcan. Como regla general, en un relato corto no se debe contar la vida entera del protagonista, sino sólo un hecho. Eso sí, ese simple hecho debe ser tan sorprendente que merezca la pena leerlo.

NO escribas melodramas, y si relatas dramas, dales un toque irónico.

No más melodramas, por favor. Bastantes penurias tenemos en la vida como para dedicar nuestro ocio leyendo el sufrimiento de un pobre desgraciado que muere en un hospital, El melodrama no es contemporáneo. Además, el drama, puro y duro, sí puede tocar la piel sensible de los lectores, pero si ese drama lo contamos con ironía (siempre con cierto gusto, claro), a través del «humor» seremos capaces de atravesar esa piel y llegar hasta los órganos más importantes del lector. Darle al drama un toque de sarcasmo, de ironía, otro punto de vista, no se debe presentar la carnaza del drama sin aliñar.

Decir lo importante de la forma más «tonta» posible.

Ponerse serios es aburrido. Los lectores huimos de lo aburrido. En los relatos, como en la vida, la seriedad debe servirse con cuentagotas. Un aspecto que da una pincelada de contemporáneo en el mundo de la escritura creativa consiste en crear diálogos lo más estúpidos posibles en texto y forma, pero con una profundidad inaudita. Y cuanto más importante es algo más «tontamente» debe ser escrito.

Los personajes debe divagar.

Lo bueno que tiene la literatura comparado con el cine es que los personajes pueden divagar. En el cine todo tiene que mostrarse a través de diálogos o simbolizarlo con inteligentes escenas. Pero en la escritura creativa es posible escribir los pensamientos de los personajes según pasan por sus cabezas. Esta ventaja se debe aprovechar para dar credibilidad a las historias. Las dudas, los ires y venires de su imaginación, los arrepentimientos, los miedos, todas sus divagaciones sirven para dar consistencia a la historia. El protagonista debe decirse y contradecirse, ser humano, entonces, el lector se verá reflejado en él y querrá saber más.

Los personajes deben ser humanos.

Es necesario que el lector empatice con nuestros personajes. Una vez que se produce un vínculo es más sencillo mantener la atención del lector. La creación de ese vínculo suele ser inexplicable, se conforma de sentimientos y/o sensaciones sutiles que la consciencia no es capaz de percibir. Sin ellos, la curiosidad por la historia se desvanece. Si preguntásemos a los buenos escritores cómo crean esos dichosos vínculos, algunos no sabrán que contestarte, dirán que simplemente los establecen. Todo buen libro, como esos que no nos podemos despegar de las manos, ha emparejado al lector con los personajes.

Campo semántico.

Es vital trabajar el campo semántico (conjuntos de palabras con significado similar) de un texto. Usando esta técnica conseguimos que el lector perciba el entorno más real y se integre mejor en la historia. Existen diccionarios semánticos gratuitos en Internet. Un buen diccionario en papel es el Diccionario ideológico de la lengua española, escrito por Julio Casares. Si optáis por esta opción os recomiendo que lo adquiráis de segundamano o lo toméis prestado en una biblioteca, ya que es un libro caro.

Usar los objetos para guiar al texto.

Un personaje de una historia, por muy sesudo, espiritual o interior que sea lo que estamos contando, no se encuentra (salvo en algunas excepciones) en la nada, flotando en la ingravidez del Universo. Físicamente se mueve por un espacio, y en esos espacios, el personaje está rodeado de objetos. Y entonces, ¿por qué no “jugar”, utilizar esos objetos en nuestra historia? Las acciones y los diálogos de los personajes son importantes, esenciales, diría yo, pero no quita que podamos usar las cosas de su alrededor para dar más significado al texto

Inicio, nudo y desenlace

Escribir es un arte. Y todo arte, intrínsecamente, se rige por unos principios. Los buenos artistas, y por lo tanto los buenos escritores, están obligados a seguir esos principios. Por mucho que les pese, si quieren que sus obras sean catalogadas como obras y, no como extrañezas incomprensibles carentes de valor que van directas a la basura, deben seguir las normas. Estos principios no están estancados, no siempre son los mismos, varían a la par de los cambios sociales. Los cambios sociales se producen por un descubrimiento científico o tecnológico. Ese salto en la evolución y el desarrollo hace que las necesidades ya no sean las mismas y por lo tanto cambia la manera de ver la vida. Ahí es donde entra la filosofía intentando responder a esas nuevas preguntas (que en realidad siempre son las mismas) desde otros puntos de vista.
Los post-contemporáneos son la punta de la lanza, a menudo criticados por los conservadores con dureza, pero si dejamos pasar el tiempo estas puntas de lanza entrarán en la cultura de la sociedad incrustándose hasta el último trozo de palo, por lo que, al cabo de 20, 30 o 50 años se convertirán en conservadores que critican con dureza a las nuevas lanzas. Los antiguos conservadores estarán muertos. Así se mueve el arte. Evoluciona, hacia atrás o hacia delante, eso es discutible, pero siempre abrazando la impermanencia, la quinta esencia del universo, según el budismo.
Con todo esto quiero decir que un escritor (con más motivo un escritor novel) debe seguir las reglas del arte de la escritura de su época. Sí, claro está, quiere que le denominen escritor.
Y sí, se puede ser creativo encajonado en unos principios, y de hecho cuando nos encajonan nuestra creatividad se desata, cuando está libre es más tímida. Si un lector abre un libro, espera que la historia le sorprenda, pero para que le sorprenda tiene que entenderla, y para entender la historia debe seguir unas reglas. Si no es así, a las pocas páginas el lector cerrará el libro. Con todo esto quiero recordar que debemos seguir los principios que nos han tocado en esta época, empezando por la regla más básica de la estructura de un cuento: inicio, nudo y desenlace, con dos puntos de giro. El primer punto de giro entre el inicio y el nudo y el segundo entre el nudo y el desenlace. Sigue esta estructura, «ya, pero por ejemplo Cortázar…» Tú no eres Cortázar, sigue esta estructura si quieres escribir buenas historias.

El tiempo en los relatos.

Escribir un relato consiste en contar un momento dado de un personaje. Por lo tanto, el espacio de tiempo debe ser corto. Si se alarga demasiado, la historia pierde fuerza. Además, de una manera sutil e inteligente, el escritor debe marcar los tiempos, ya sea utilizando un reloj, el sol, la luna o cualquier objeto o acción que le ubique en un momento del día. El lector necesita percibir el paso del tiempo para no perderse y sentir la historia creíble, como en la vida real.

Es necesaria una sensación de dinamismo.

La historia no puede quedarse estancada en el tiempo o en el espacio. En la vida real todo avanza, todo cambia, todo evoluciona. Nosotros somos diferentes de como éramos hace un segundo. Algunas de nuestras neuronas han muerto u otras se han creado en este mismo instante. La vida sólo se entiende con movilidad, y esa sensación de avance es la que debemos transmitir al lector.

¿Cuándo y dónde sucede la historia?

Una de las primeras tareas que debe realizar un escritor, una vez ha decidido escribir una historia, consiste en valorar el espacio-tiempo donde va a ocurrir. Debe pensar si, por ejemplo, el relato de amor que tiene en su cabeza va a suceder en la Edad Media o en un mundo distópico de dentro de 300 años. La afortunada elección del espacio-tiempo puede provocar que la historia sea o no un éxito. Además, se debe tener en cuenta el género, ya que hay géneros de historias que son más amigables a un espacio-tiempo que a otros.

El lugar donde ocurre el cuento debe tener pregnancia.

La cualidad del espacio donde transcurre la historia debe atraer la atención de los lectores. Debe mantener el equilibrio y la textura con el relato.

Repetir, repetir y repetir.

No pasa por repetir. En la vida real repetimos, una y otra vez, lo que consideramos importante. No queremos dejar lugar a dudas. Al escribir una historia debemos redundar, sobre todo, en lo más significativo. No me refiero a poner la misma frase (que en algunas ocasiones no estaría mal hacerlo) sino a decir lo mismo desde diferentes puntos de vista, de variadas formas. De esta manera, al «atacar» la mente del lector desde varios flancos, nos aseguramos que lo sustancial va a ser entendido.

Los flashback deben ser breves.

Cuanto menos utilicemos mecanismos como el flashback para dar consistencia a nuestra historia, mejor será. Y en el caso de que no podamos prescindir de su uso, debería ser lo más breve posible. Normalmente el flashback nos saca de contexto, y cuanto más tiempo estemos leyendo sobre algo que ya pasó, más le costará al lector volver a la verdadera historia.

Como escribir un buen relato, 50 consejos que cambiarán tu vida.