Recién casados

Romero del alma

Después de haber disfrutado de un exquisito postre de fresas de la primera cena romántica, salieron del restaurante rumbo a su retoño de amor.
Al llegar advirtieron que no portaban la llave de la puerta principal. Al evaluar las posibles entradas a la casa, encontraron abierta la diminuta ventana contiguo a la puerta de la habitación de la servidumbre que está en el traspatio.
Él con naturalidad le dijo:
– ¡Súbete con cuidado! –
– ¡Yo no ¡- dijo ella.
– ¿Por qué? – musitó él con extrañez.
– ¡Porque me da pena¡- respondió ella con miramiento.
– ¿Que te vea los calzones? -le dijo él.
Turbada por la expresión, se levantó el vestido de tifón pringado de florecitas moradas y él dijo:
¡Ah! ¡Sí…! – pegándose con la mano un golpecito en la frente porque lo
había olvidado.

Esta entrada ha sido publicada en Publicacion de cuentos y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.