Sangre de primavera

Montserrat Montano

La primera amapola brotó al borde de un camino tranquilo, ya bien entrada la primavera. Surgió pequeña y fuerte, toda alma y corazón, rojo exquisito en sus hojas mínimas, como seda ofrecida. Se cimbreaba con la brisa cálida, abierta al cielo, alegre, con la sangre alborotada por la cercanía del trigo alto y oloroso. Quería ser su novia y cuanto más secreto era su deseo, tanto más enrojecía su belleza al sol.

Llamó la atención de unos niños traviesos que jugaron con ella hasta aburrise y arrojarla a los pies de las primeras espigas del campo vecino.

Ella sonrió feliz.

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